Es medianoche y llueve en Santiago, mi nueva ciudad. Tengo sed y hace demasiado frío como para pararme a la cocina de mi departamento temporal a buscar un vaso de jugo. Pero no importa, hoy quiero escribir aquí para decir que la vida sin clases es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. Lo mejor, pero no tanto como levantarme todos los días a trabajar en lo que siempre quise.
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